Por Noé Pernía.
Algunos inmigrantes venezolanos en Colombia cometen un error garrafal cuando censuran el humor y todo aquello que consideren un atentado contra la dignidad de su gentilicio.
Y ojo, escribo como hispano-venezolano con un historial migratorio que empieza en 2005 viviendo entre Italia, España y Colombia.
Curioso que quienes somos víctimas de la dictadura y el totalitarismo chavista ahora pretendamos convertirnos en los inquisidores de los portavoces de opinión que expresan mensajes fuera del canon de lo política –y absurdamente– correcto.
En Colombia, a la caricaturista Adriana Mosquera Soto le ha caído un chaparrón injusto por una tira cómica que publicó en su columna Magola en el diario La Opinión del 8 de septiembre de 2018.

Hirió la sensibilidad de un activista venezolano que terminó por plantear el caso ante los juzgados en la ciudad de Cúcuta, epicentro de la crisis migratoria en la frontera colombo-venezolana.
Y bien, ¿qué tan escandalosa ha sido la tira como para ofender e indignar al denunciante?
Se compone de dos cuadros donde vemos a una pareja de mujeres que dialogan:
–Los inmigrantes vienen a quitarnos el trabajo, son delincuentes, traen enfermedades, los ayudan a ellos y a nosotros no…
–¿Eres una española hablando de los colombianos?
–¡No, soy una colombiana hablando de los venezolanos!
El activista solicitó un amparo constitucional por considerar que esta caricatura «atenta contra la paz y la moral e ínsita al odio alienta la xenofobia y discrimina a los venezolanos […] atenta contra la tranquilidad […] y contra “un derecho universal que es la libertad”».
El ciudadano exige al tribunal que se apliquen sanciones y, más encima, que además se le «indemnice por los daños morales y psicológicos causados».
Todo esto sin ni siquiera pedir la rectificación al periódico, disparó primero sin negociar.
El 25 de septiembre, el Juzgado Tercero Civil del Circuito de Oralidad de Cúcuta negó el amparo porque «se censuraría la opinión de una personas [sic] que tiene derecho a expresar al mundo sus pensamientos, opiniones visiones y concepciones sobre situaciones de interés social», una sentencia que luego confirma el 7 de noviembre el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cúcuta.
Por fortuna ha prevalecido el sentido común, cosa que brilló por su ausencia cuando se calificó de xenófoba a la dibujante Adriana Mosquera.
Humor para inmigrantes inteligentes
El error es de interpretación sobre un texto verbovisual con cierto grado de ambigüedad humorística sin llegar nunca a lesionar el derecho a la reputación de los venezolanos.

Por el contrario, se trata de un trabajo de humor inteligente que exige el esfuerzo del lector para llegar a una conclusión acertada mediante la técnica de la inversión de los contrarios, o lo que es lo mismo, ponerse en los zapatos del otro.
Y he aquí la ruta de la interpretación: Así como los inmigrantes colombianos han sido objeto de la misma carga negativa en España, no se debe recurrir a los mismos clichés y falsedades para juzgar a los inmigrantes venezolanos en Colombia.
Hay de por medio una defensa de los Derechos Humanos que el activista denunciante nunca observó… o no quiso observar.
Llevar a la caricaturista Adriana Mosquera y al diario La Opinión a los tribunales indica la deficiencia del enfoque del denunciante además de la psicosis persecutoria que padecen algunos venezolanos en el exilio.
El origen del sufrimiento viene de la ruptura dolorosa que impone un país gobernado por el hambre, la violencia, la inseguridad y el quiebre de la institucionalidad.
Sin embargo es necesario llegar siempre a un punto de equilibrio (homeostasis) del que los colombianos pueden dar cátedra luego de más de medio siglo de guerra y masacres a cuestas.
El duelo migratorio merece solidaridad, pero nunca puede ser el motor de la censura.